Elegí el plato más grande, para engañar mi mente. Pero igual me serví dos cucharadas, como siempre…para disimular.
Hay veces que me encuentro rodeado de tu piel, cuando las escamas comienzan a caer desde la tempestad: Recuerdos olvidados de tu insaciable pasión. Sed, angurrienta melodía… tocas con tus dedos el arpa. Calor, rojo carmín son tus palmas. Vibraciones electrizantes, galopan mi ser entre azotes, gritos y súplicas calladas. Maldecires benditos, tormentosos alaridos. Como cuando no existía el tiempo, te apurabas a terminar sin querer que acabe yo, otra vez sobre tu pecho…
Morder las marcas de un rasguño, apretar la gloriosa separación de los instrumentos del andar, mientras disimulas mentirle al aire que el calor proviene de un Dios ajeno. Llamas que hielan si te alejas, corrupto diamante reflejado en tus ocho lunas. Cristalino néctar humecta las paredes, luz de toda sombra que salpica, luego, al ombligo de tu amante…
Al acabar, su fluído parecía marcar el terreno, como bandera de conquista… Extasiado ser, recostado. Batalla de fuerzas unidas. El triunfo, se lo llevó quien más dio… siempre fue así. Al menos, así es, así lo conocí…
Y allí te vas, montada en el atrio-remolino de la bondad. Preferiste evitar el sentimiento, disfrazando de culpa el descontrol de aquel momento…
Y te vas, espero que no regreses más, gitana dulce de blanco paladar… Paredes rojas, y dos aureolas color marrón se hundirán en tu pecho al recordarme vacío, recostado y mirando tu cielo abierto…
Estupor, zona de calma. Ya no siento, se enmudecen las almas… Tu cama, sabana manchada, y un águila muda con su mirada le gritó al sueño dormido. Y no despertó…
Te alejaste, cielo aniquilado color azul… escarcha sobre el pelo tengo, y blindado el corazón. ¿Tu cuello? Una escalera más que conduce a la razón que ciega nuestra verdad…
Hay veces que me encuentro rodeado de tu piel, cuando las escamas comienzan a caer desde la tempestad: Recuerdos olvidados de tu insaciable pasión. Sed, angurrienta melodía… tocas con tus dedos el arpa. Calor, rojo carmín son tus palmas. Vibraciones electrizantes, galopan mi ser entre azotes, gritos y súplicas calladas. Maldecires benditos, tormentosos alaridos. Como cuando no existía el tiempo, te apurabas a terminar sin querer que acabe yo, otra vez sobre tu pecho…
Morder las marcas de un rasguño, apretar la gloriosa separación de los instrumentos del andar, mientras disimulas mentirle al aire que el calor proviene de un Dios ajeno. Llamas que hielan si te alejas, corrupto diamante reflejado en tus ocho lunas. Cristalino néctar humecta las paredes, luz de toda sombra que salpica, luego, al ombligo de tu amante…
Al acabar, su fluído parecía marcar el terreno, como bandera de conquista… Extasiado ser, recostado. Batalla de fuerzas unidas. El triunfo, se lo llevó quien más dio… siempre fue así. Al menos, así es, así lo conocí…
Y allí te vas, montada en el atrio-remolino de la bondad. Preferiste evitar el sentimiento, disfrazando de culpa el descontrol de aquel momento…
Y te vas, espero que no regreses más, gitana dulce de blanco paladar… Paredes rojas, y dos aureolas color marrón se hundirán en tu pecho al recordarme vacío, recostado y mirando tu cielo abierto…
Estupor, zona de calma. Ya no siento, se enmudecen las almas… Tu cama, sabana manchada, y un águila muda con su mirada le gritó al sueño dormido. Y no despertó…
Te alejaste, cielo aniquilado color azul… escarcha sobre el pelo tengo, y blindado el corazón. ¿Tu cuello? Una escalera más que conduce a la razón que ciega nuestra verdad…
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